Antídoto, una fórmula con amistad, muchos desafíos, colores básicos y un guion al que la pandemia le cambió el sentido
Alejandro Farias y Marcos Vergara nos hablan de Antídoto, la novela gráfica que lanzó hace pocas semanas Loco Rabia y que viene cosechando excelentes críticas.
El Negro Dolina puso en palabras de Manuel Mandeb, el metafísico de la calle Artigas, uno de sus personajes entrañables, la siguiente aseveración: «La amistad debe nacer en la juventud o en la infancia. Nuestros amigos son aquellos que aprenden junto a nosotros o, mejor todavía, los que viven aventuras a nuestro lado. Y por lo general, la gente aprende y vive aventuras en la juventud. Después casi todo el mundo consigue algún empleo en casas de comercio y ya resulta imposible adquirir conocimientos nuevos o pelearse con una patota…”
Resulta, sin embargo, que Alejandro Farias y Marcos Vergara vienen a romper con esa máxima del hombre sensible de Dolina, porque no se conocieron ni en la infancia ni en la adolescencia, sino un poquito más adelante en la vida, más cerca de los treinta, cuando la historieta, pasión en común que los juntaba en eventos, los unió al punto de conformar una amistad que los aventuró a crear historietas, fundar una editorial y publicar libros como dupla autoral.
Y como en toda amistad, hay cosas que salen de taquito, porque existe un entendimiento tácito, de pocas palabras. Antídoto es fruto de esto, el más reciente libro de Alejandro y Marcos como equipo creativo, nos muestra que más allá de las responsabilidades que uno asume en la vida, se pueden seguir aprendiendo conocimientos nuevos y trenzarse en una pelea con una patota… aunque sea dentro de una historieta y producto de la imaginación de dos historietistas de trayectoria y reconocimiento.
Cuando a un historietista le preguntan cómo nacen las historias que narran, con Antídoto tendrían una explicación contraria a la habitual.
Es Marcos Vergara quien nos cuenta el germen de este libro: “La idea de la historieta nace porque yo tenía una serie de personajes que venía dibujando desde hacía un tiempo. Le pregunté a Alejandro si él tenía ganas de escribir algo en base a esos personajes que yo tenía hechos y le mandé una batería de varios personajes, y casi todos están en la historieta”.
A diferencia de otros libros en los que ha participado “en este caso tuve libertad total a la hora de concebir los personajes, porque ya los había hecho antes de estar contada la historia”.
Sobre este particular origen y el hecho que los personajes fueran animales, Alejandro Farias recuerda “que nace a partir de unos dibujos que Marcos tenía en unos cuadernos bocetos, típicos dibujos que hacen los dibujantes para aflojar la mano, para divertirse, personajes que están creando todo el tiempo y bueno, básicamente me los mandó y sobre esos personajes fui inventando una historia. Que fueran animales no fue una idea mía”.
“Él — continua contando Alejandro —tenía tres personajes, el conejo, el sapo y el gato, y, además, dos personajes femeninos como de dos universos distintos. Al menos yo, los notaba como que eran dos mundos distintos que chocaban y ahí fue que se me ocurrió la idea de generar estas dos historias paralelas, que se van cruzando”.
Marcos piensa que esta forma de elaborar una historieta tan atípica, es también algo distinto que puede favorecer la creatividad. “Creo que para él fue divertido construir una historia de esa manera, porque debe ser bastante original para un guionista hacer algo con personajes que ya tenía hecho el dibujante de antes”.
El guionista coincide en que fue un grato desafío: “Fui uniéndolos y armando una historia a partir de ellos, básicamente los ordené en estos dos mundos, con dos historias que se cruzan, porque los tres personajes animales me llevaban a un universo y los personajes femeninos a un universo más místico, y dije bueno, acá hay dos mundos que se tienen que cruzar”.
Y sobre la creatividad, algo que se ve plasmado en los detalles no solo de los personajes, sino también de la ciudad que sirve de escenario paras las aventuras del libro, la tan singular Lumbrosa, Marcos nos dice “con respecto a la ciudad no sé si tengo una inspiración, pero sí pensé mucho en La Paz, Bolivia, y en las ciudades que se construyen sobre las hondonadas del paisaje. Por eso se ve, sobre todo cuando ellos llegan a Lumbrosa, como que va creciendo hacia arriba. Como si abajo de la ciudad hubiera una montaña y esa sensación de que las calles van para arriba y para abajo, que a mí me gusta muchísimo”. Y acota en el rubro del color que utilizó “un número limitado de colores para trabajar” de forma consciente, logrando por ejemplo ciertos matices: “las casitas, por ejemplo, son todas blancas y tienen su techito violeta, que da esa idea de estas ciudades chetas de la costa del sur de Italia”.
“No soy bueno coloreando”
Uno de los aspectos que llama la atención en los trabajos artísticos de Marcos Vergara, de un libro a otro, es como cambia el abordaje que hace del color y la técnica. Difícilmente repita un estilo. Y nuestra siguiente consulta se refirió, específicamente, a la búsqueda artística del color en esta historia.
“Como no soy bueno coloreando, porque no me nace naturalmente hacer una buena paleta de colores, — aclara Marcos — siempre me pongo una limitación o un objetivo que haga que tenga que elegir de una paleta más acotada y elegí colores que ya tenía guardados en mi paleta por el tema de la separación CMYK para imprenta, colores básicos (rojo, celeste, amarillo, verde y violeta), y un quebrado, que es el marrón”.
“Laburé solamente en esos colores con una trampita, porque tenía una capa de blanco que le daba luminosidad y otra capa de un gris que le daba oscuridad, entonces en realidad eran estos seis colores más su familia en valores alto y bajo, más clarito más oscuro. Esto hacía que se complicara poder separar figura de fondo usando solamente esos colores, por eso también, si se fijan bien, los personajes tienen, cada uno, un color asignado. Entonces eso también me facilitaba que, cuando aparecía cada uno de los personajes, le podía poner de fondo otro color contrastante, como para separar figura de fondo”.
Inspiración alucinógena
Antídoto trata de un grupo de amigos que realizan un viaje y en el camino, por interés de dos de ellos, hacen una parada en una ciudad llamada Lumbrosa, donde los hongos y sus efectos alucinógenos son la carta del día. Allí quedarán, de forma accidental, inmiscuidos en un enfrentamiento entre dos bandos y una intensa búsqueda. Con mucha acción y vértigo, Antídoto es una historieta que no da respiro.
“Nadie puede imaginar las fuentes de inspiración que hay detrás de un libro, — asegura Alejandro Farias —En mi caso, creo que las deformó tanto que terminan siendo la excusa, pero básicamente venía de leer todos los libros de Megg y Mogg de Simón Hanselmann, y me encantaba ese universo, ese humor de tira cotidiana con drogas, sexo y toda esa cosa más desprejuiciada que tiene la historieta de ese autor, una historieta que disfruto mucho. Tenía eso en la cabeza y de ahí sale un poco el universo con estos tres personajes. Además, en esa época, estaba revisitando todos los clásicos del western y me gustaba esa cosa del que nadie es realmente el que dice ser y que las intenciones que tiene cada uno, siempre están ocultas. Esas son las dos grandes bases que tiene Antídoto”.
Por un lado, la inspiración. Por el otro, el poner manos a la obra. Y en este sentido, Alejandro compartió con nosotros, una visión de cómo trabaja: “Siempre me pongo objetivos en los libros que hago, son como un pequeño desafío personal y este era, básicamente, escribirlo sin una idea. Nunca había escrito un libro a partir de los personajes, siempre fue pensando más la estructura u otras cosas, y acá quería que los personajes fuesen el motor del libro, entonces dejé que ellos fueran siendo quiénes eran y reaccionando como ellos quisieran a las distintas acciones. Eso me iba a desencadenando la historia”.
Un libro ¿visionario?
Es probable que para entender esta parte del artículo, sea necesaria la lectura del libro, porque si algo no vamos a hacer, es spoilear información relevante del desenlace. Si lo leíste, vas a comprender por qué Alejandro Farias nos dice que “la pandemia le dio una relectura al libro rarísima, que no la tenía para nada en mente. De hecho, creo que hasta podría tener una lectura del final del libro contraria a mis pensamientos con respecto a las vacunas y todo, pero bueno, nada, eso es lo divertido de la realidad, ¿no? Uno va modificando las ficciones que leemos y cambiándoles el sentido” y no duda en afirmar que, según su punto de vista, “la pandemia le dio connotaciones raras”.
Sobre la posibilidad de una continuación inmediata, Alejandro soltó un no rotundo. “Muchos me preguntaron ya por la segunda parte de Antídoto y yo siento que el libro termina ahí, por lo menos esta historia termina ahí. No lo interpreto como un final abierto”, sin embargo, no le cierra las puertas a estos personajes, todo lo contrario. “Me gustaría quizás hacer una historia diez años después de esto, no como para contar una historia distinta, pero si con las consecuencias de esta primera historia. Por ahora es una linda fantasía que tengo y ojalá en algún momento Marcos me diga ‘Che, me gustaría volver a meternos en ese universo’. Si se hace realidad, me gustaría hacer un policial. Disfruto mucho el policial y si bien tengo muchas ideas nunca me siento a escribirlas”.
A los golpes
Hay un dato que no quisimos pasar por alto en la charla con los autores, más precisamente con Marcos. Y tiene que ver con el grado de realismo que buscó darle a las viñetas con peleas.
“En las escenas de pelea — nos dice el dibujante de la ciudad de San Nicolás —por una cuestión de diversión y de darle un poco más de realismo, le asigné a cada personaje una disciplina diferente. Por ejemplo, Toga hace Muay Thai , que es conocido también como ‘boxeo tailandés’ o como ‘el arte de las ocho extremidades’, técnica que conocí con una película que recomiendo muchísimo, Ong Bak (Prachya Pinkaew, 2003), donde se dan de codazos y rodillazos como loco”.
“Para los movimientos de las chicas — explicó —me basé en las exhibiciones en donde no hay casi peleas, sino que es más bien como una coreografía muy bien ensayada que son alucinantes de ver”, haciendo referencia al Wushu, sobre todo de Taijijian, que es una espada recta como la que usa la protagonista de cabello rojo en el libro. El Wushu se basa en las artes marciales chinas tradicionales y sus exhibiciones suelen ser fantásticas.
En este punto, Alejandro nos refiere la importancia de conocer a la otra persona para que el resultado final de una obra en conjunto, tenga el mejor resultado.
“Vamos a dejar de lado que Marcos es uno de mis grandes amigos de la vida y una persona con la que comparto un montonazo y con la que venimos batallando en la editorial Loco Rabia hace 16 años — comienza diciendo el oriundo de Bahía Blanca —porque como dibujante yo tengo una admiración profunda con la manera en que él narra la historieta y yo aprendí un montón haciendo historieta con él. Así que para mí, trabajar con él, es un placer enorme y sobre todo porque es muy fácil escribir para Marcos, le da mucha vida a los personajes, a la narración, a cómo fluye la historia y me potencia a mí como escritor también. Ya sé que él tiene esa capacidad, entonces trato de explotarla más y creo que en ese sentido sale ganando el libro”.
Esto viene de la mano de lo que decía Marcos previamente, sobre su afán de documentarse para dar lo mejor de sí en el dibujo. Y Alejandro enfatiza “conozco sus puntos fuertes, entonces le meto mucha batalla, mucha acción, cruces de de realidades, porque sé que las va a poder diferenciar o va a jugar, como hicimos en Don Juan Tenorio, con distintos tipos de dibujo. Me gusta empujarlo porque sé lo que puede dar y creo que en ese vínculo nos mejoramos las dos”.
Desafíos y saldos felices
Toda obra implica un desafío, a veces de contexto, otras veces interno, de formas, de ideas… las variables son infinitas. Por eso quisimos saber, en Antídoto, qué aspectos fueron los más desafiantes.
Marcos, que en un primer momento consideró que no había tenido grandes desafíos, recapituló de inmediato al pensar en el color. “Siempre me planteo algún desafío, por ejemplo, esto de los colores, pero fue todo bastante sobre ruedas, porque como ya mencioné, los personajes los tenía de antes y fue una historia que la hicimos muy para divertirnos, y se nota que Ale se divirtió mucho al hacer el guion, porque es muy divertido, siempre va para adelante, es pura acción y comedia, no tiene escenas de diálogos pesados”.
También, acotó Marcos, podría poner como un desafío “darle la actuación a los personajes” y que aparte de la decisión de línea y el color, incluyó en el dibujo una trama con la técnica de Cross Hatch que hacía con una herramienta de Alex Dukal, siendo lo desafiante el pensar “cuando y cómo ponerla, porque quería usarla por una cuestión de que tuviera un aspecto de historieta independiente americana, más que nada por el tono de la historia”.
Por su arte, Alejandro manifestó que lo “desafiante de esta obra fue justamente el no tener un guion ni una estructura y dejar que la obra se haga sola. Tiré la piedra para que estos tres amigos empiecen un viaje, tiré otra piedra para que empiece la huida de esta chica con su salamandra y a partir de ese punto de partida fui dejando que la personalidad de cada personaje vaya decidiendo cómo avanzar” y confiesa que en esos momentos “no tenía ni idea cómo se iban a cruzar, que iba a pasar en el medio todo; se fue armando mientras lo escribía y fue muy divertido, más allá que lo sentía como un salto en el vacío y de pensar si lo podría cerrar bien, sino quedaría forzado, o si tendría que arrepentirme de algo que escribí al principio porque más adelante me limitaba… y bueno, al final toda esas limitaciones me iban ayudando a decir listo, si ya hice que hiciera esto, cagué, no puedo ir para atrás, tengo que ver cómo lo resuelvo”.
Casi como si se hubiesen puesto de acuerdo, o mejor dicho, como si se conocieran de toda la vida (que a esta altura del partido, podría decirse que al menos, de gran parte de la vida historietística de ambos), Alejandro y Marcos coincidieron en lo divertido del proceso creativo detrás de Antídoto.
“Creo que fue divertido, lo más desafiante fue eso de escribir sin rumbo, pero — aclara Alejandro, poniendo las situaciones sobre la balanza — fue más divertido que angustiante”.
“La hicimos con mucho placer — concluye Marcos —, me parece que es una obra que fue todo disfrute”.
Y si comenzamos con un texto de Alejandro Dolina, queremos terminar este artículo con otro. Porque para Alejandro y Marcos, la amistad está por encima de todo lo demás, porque todo lo demás, es fruto de esa amistad.
“Manuel Mandeb, que casi siempre oficiaba de elector, observó que sus decisiones no siempre recaían sobre los más hábiles. En un principio se creyó poseedor de vaya a saber qué sutilezas de orden técnico, que le hacía preferir compañeros que reunían ciertas cualidades. Pero un día comprendió que lo que en verdad deseaba era jugar con sus amigos más queridos. (...)”
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